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Las ontologías que encarnamos

¿Qué significa esta palabra, “Ontología”?

Es una palabra de origen griego, que se refiere al “ser” de las cosas, aquello que es inherente o que las constituye. Podríamos decir hoy, que una ontología es la interpretación acerca de qué somos los seres humanos; o cuáles son nuestros rasgos constitutivos como tal.

Cuando decimos que algo “es” o “somos” de una determinada manera, usamos el verbo ser en primera persona del singular o plural; lo que estamos denotando con ello es una mirada que percibe la realidad asociada a la “inmodificabilidad” del ser de las cosas o de las personas: las cosas son así, yo soy así, tú eres así. Un ejemplo constante de ello son los textos tipo cadena que viajan en las redes, como en Facebook, Instagram, otros; en las que el verbo ser suele estar petrificado en la primera persona.

El lenguaje no es neutro y revela nuestras creencias, aquellas que están siendo superficiales; y otras más significativas que se encuentran a la base, como nuestros juicios rectores, nuestros valores, lo que declaramos como nuestros principios.

Esta forma de hablar muestra la creencia de que las cosas, los seres humanos no cambiamos, sino que estamos sujetos a una manera determinada de ser.

Esta mirada que subyace a nuestros decires, que define una manera de estar siendo es una ontología, una de muchas, la más frecuente, la más conocida, pienso personalmente que es la más sesgada y limitante. A esta particular el Ontólogo Rafael Echeverría le ha llamado El Programa Metafísico, dado que es una interpretación metafísica de la realidad. Una perspectiva que entiende al ser humano y al mundo como trascendental, racional con una esencia inmodificable.

La antropología, la biología, entre otras disciplinas nos han devuelto una perspectiva más despejada de observarnos a nosotros mismos: mirar nuestra propia mirada. Ponen el foco en las manifestaciones o fenómenos sociales, la atención en la experiencia, en el comportamiento por sobre las construcciones intelectuales o relatos que construimos.

Miramos siempre desde diferentes lugares, somos observadores distintos; y por tanto generamos interpretaciones distintas, a veces contrarias en base a los mismos eventos o fenómenos.

Hoy a nivel de desarrollo del pensamiento, en plena postmodernidad la perspectiva metafísica es la menos validada; sin embargo, está muy viva y fuertemente arraigada en el trasfondo de la mayoría de las personas. Es una ontología que tiene a lo menos dos mil quinientos años de antigüedad, predominante en la cultura occidental, invisible para quienes la ostentan.

Hemos naturalizado esta manera de pensar, hemos terminado creyendo que es “la” forma de pensar de los seres humanos.

¿Qué nos aporta entender esta situación?

Las ontologías, como paradigmas a través de las cuales percibimos y entendemos nuestro mundo, nos constituyen, como un software, o un sistema operativo; y así nos permiten incorporar o no nuevos aprendizajes.

Observarnos en nuestra manera de mirar nos abre las puertas a saberes nuevos, a plantearnos y desarrollar nuevas competencias; logramos instalar en nosotros mismos nuevas “aplicaciones”, que conversen y potencien las ya habidas.

Así, al descubrir mis rutas, los destinos que son posibles   desde ellas y sus alcances; aquellas que he recorrido una y otra vez, puedo maravillosamente abrir nuevos senderos y dar cabida a distinciones que antes por ceguera o negación no me permitía.

¿Cuál es la Ontología que me constituye hoy?

Creo que indagar es fundamental para alcanzar territorios que nunca antes hemos explorado.

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